Título original: Cómo matar a un presidente. Los asesinatos de Bernardo de Monteagudo, Manuel Pardo y Luis M. Sánchez Cerro.
Autor: Rolando Rojas Rojas.
Edición: Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 2018
Entretenido, didáctico y reflexivo. A modo de crónica periodística e histórica, Rolando Rojas nos presenta un interesante libro abocado al magnicidio como instrumento de político en la Historia del Perú. Tres casos singulares que acercan a los peruanos a ese espíritu de gobierno de pocos, personalista en extremo y apuntalado con el instinto caudillista y mesiánico de los líderes políticos de fines del siglo XIX e inicios del XX.
El asesinato de César y con ello el inicio del fin de la República Romana es quizá el más famoso ejemplo del magnicidio como instrumento político. El Perú no ha sido ajeno a ello, la mayor parte de su Historia republicana ha sido protagonizada por caudillos «iluminados» coleccionistas de aficionados que no dudaban en recurrir a la violencia para hacerse con el poder o evitar que rival lo hiciera.
Rojas Rojas encuentra en los asesinatos de Monteagudo, Pardo y Sánchez Cerro los ejemplos de ese extremo político. Los tres relatos, cada uno más significativos (por sus consecuencias) que el anterior, nos acercan a una realidad en la cuál el bien público queda en segundo plano; lo único importante era (o es) quién está en el poder y qué hacer para quitárselo o no perderlo. El crimen político se viste de vergüenza o heroísmo, de acuerdo a quién y en qué tiempo se juzga.
Monteagudo: monárquico, odiado por los «republicanistas», joven, muerto antes de poder escalar en el poder bajo la administración de Bolívar; Pardo y Lavalle: la mayor expresión de su clase, aristócrata, millonario, terminó su existencia poco antes de (quizá) volver a ocupar la Presidencia en el marco de la Guerra con Chile (con cuyas autoridades tenía cercana relación); y, por último, Sánchez Cerro: mestizo, militar, eterno conspirador y adicto a la venganza, la cuál lo recompensó con un balazo de la mano de un miembro del APRA (partido al que había proscrito). Todos ellos figuras de su tiempo y cuya desaparición marcaron un antes y un después en la forma de hacer política en nuestro país.
Un texto interesante tanto en su concepción como presentación. Un gran tema de trabajo que permite acercarnos a comprender un poco más nuestra realidad como país.
LA CITA
“Después del asesinato de Sánchez Cerro, que en buena parte se debió a la imprudencia de rechazar el auto blindado y a subestimar a sus enemigos, los protocolos de seguridad presidencial se endurecieron. Benavides y luego el dictador Manuel A. Odría se tomaron en serio las políticas de seguridad y fueron implacables ante cualquier amago de conspiración. Las innovaciones, como los chalecos antibalas, los anillos de resguardo y los perímetros de seguridad, se implementaron rápidamente. Desde entonces no hemos tenido otro asesinato presidencial, aunque uno nunca puede saber con certeza si el de Sánchez Cerro será el último magnicidio del Perú.”
Post mortem
p. 164
Contexto: Rojas Rojas hace en su último párrafo una síntesis de su libro y los cambios que se produjeron tras la muerte de Sánchez Cerro. Un ejemplo claro de que lo provocan los magnicidios. El autor deja picante esa última frase expectante para continuar observando nuestra política nacional.
ENLACES