Plata como cancha – Christopher Acosta

Un libro que parecía no tener las luces suficientes para convertirse en un best-seller, de pronto se ve impulsado porque su protagonista decide entablarle un juicio al autor.

Si las expectativas de César Acuña pasaban porque nadie conociera el libro, pues logró todo lo contrario. El texto de Acosta, más allá del estilo, no significaba, ni por asomo, un éxito en ventas y difusión. El problema radica en la personalidad del protagonista, un empresario vuelto a la política que despierta poco o ningún interés real fuera de su zona de influencia primaria; pero que, parece, en el autorretrato que se ha fabricado, cree que sí lo tiene. Acuña es víctima y victimario de su propio ego.

Por Jherson Rubén García Danós

El libro que Acosta le dedica al político trujillano César Acuña no es sino la finalización de un largo seguimiento periodístico iniciado desde hace años por el autor. Una colección de notas, reportajes, crónicas y entrevistas que Acosta ha realizado o recogido de diversos medios de comunicación sobre las personas y situaciones que giran en torno a Acuña. En efecto, es más un dosier que un libro de nuevo cuño. Su valor no está tanto en lo novedoso de la información, ya que casi toda es recogida de otros medios (las informaciones confidenciales a los que señala acceder Acosta no hacen sino confirmar lo que dichas noticias señalaban. Salvo excepciones, reafirman más que aportan nuevos datos); si no en que, al estar todas juntas, se nos permite observar de forma ineludible las tendencias y comportamientos que el también empresario ha ido desarrollando a lo largo de su vida.

Acuerdos extrajudiciales; maniobras legales para aumentar su patrimonio; formas, cuando menos, discutibles para maximizar sus ingresos; entre otros, son parte de los comportamientos que se desnudan de Acuña. El autor señala, en más de una ocasión, que el acceso a una cantidad considerable de recursos monetarios permiten que Acuña se coloque por encima de los procedimientos regulares que se siguen en la justicia peruana. Como el mismo autor señala, «si César Acuña no fuera rico, estaría, muy probablemente, preso».

Sin embargo, a nuestro entender, aquel no es el único rasgo que provoca los vericuetos en los que se mete el exalcalde de Trujillo. Su personalidad mesiánica y supra valorada que tiene de sí mismo parece ser aquello que realmente lo impulsa a ser y deshacer las cosas con ese arrojo y, podría decirse, descaro. Como en muchas partes del texto se señala, Acuña cree que es un «milagro hecho persona». Es decir, ha construido una autoimagen totalmente desorbitada e irreal de sí mismo, en la cual se ubica como el máximo referente del ser peruano (o al menos uno de ellos). Uno podría intuir que, en el pensamiento de Acuña; él es un ejemplo a seguir y que despierta una admiración constante por donde va; que sus obras o acciones son dignas de admiración; o que desencadena pasiones y odios, producto de ese amor irrefrenable o pérfida envidia que tienen algunas personas hacia él y su historia de éxito. Una leyenda que él mismo ha creado (en conjunto con sus allegados) y que asume como una verdad necesaria de propagación.

Pero es que aquí es donde se provoca la disrupción. Acuña es un personaje político conocido en el país, eso no tiene discusión. Su acceso a fondos económicos y maquinaria organizativa también resulta ineludible para el conjunto de peruanos medianamente informados. Además, su apego por vincularse mediáticamente a todos sus proyectos empresariales hace que sea fácilmente ubicable; sin embargo, nada de eso realmente despierta, en nuestra opinión, un apego hacia su figura por de parte de la población. En las últimas elecciones presidenciales de 2021, su candidatura alcanzó solo un 4.85% de votos emitidos (en votos válidos suman poco más de 6%); es decir, no existe, ni por asomo, un millón de peruanos que crea que César Acuña deba ser presidente del Perú. Para un país de más 17 millones y medio de electores, es claro que no existe sintonía entre lo que Acuña piensa de sí mismo y lo que el resto de peruanos piensa de él.

Este es un punto clave que, entendemos, explica el problema mediático que se ha causado. El libro de Acosta, documentado y expuesto con claridad, y a pesar de sus esfuerzos para mostrar a un político peligroso (que creemos lo es), no despertó ni pasiones ni ventas maximizadas. A muy pocos le interesaba César Acuña. Muchas de las informaciones de Acosta tampoco iban en contra de lo que ya muchos pensaban sobre el político. En definitiva, el libro de Acosta no tuvo un gran impacto en la imagen del excandidato; empero, en la psique de Acuña esto debió ser todo lo contrario, iniciando un juicio contra autor y la editorial del libro.

César Acuña, y el mismo texto lo presenta así, es un clavo en el zapato para sus propias ambiciones y proyectos. Su imagen afecta y ensucia todo aquello que quiere hacer. En sus intervenciones públicas, no es capaz de proyectar la imagen de un prospecto de presidente y estadista. Sus leyendas de hombre académico se desmoronan por sus propias acciones. Además, su proyectos empresariales, como la Universidad César Vallejo, se ven notablemente afectadas en sus ingresos cuando él intenta vincularse a ellas en términos de imagen y reputación (la obra presenta un estupendo análisis sobre este detalle).

¿Cuál ha sido el resultado de todo esto? Que Acuña se volvió el principal difusor del libro que intentaba acallar. La condena en primera instancia contra Acosta provocó que los saldos editoriales (muy posiblemente destinados al reciclaje) fueran vendidos en menos de cinco días y empujó una ola de pedidos que han facilitado una segunda reimpresión. El político que no despertaba ninguna pasión, ahora ha levantado la curiosidad y el morbo por un relato que él desearía no publicado.

El libro de Acosta no es un gran texto de nivel literario. Es, como mencionamos, un dosier que se lee con facilidad y simpleza. No se encontrará ningún gran descubrimiento o algo que no se sospechara de antemano; lo que si resulta evidente son las tendencias de un Acuña que, con los medios que posee, vive en una realidad alucinada de sí mismo y que, por ello, debe resultar de mucho cuidado.

La cita

«La primera semana de octubre de 1998, César vuelve de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, con una idea que no puede sacarse de la cabeza. Había participado allí, durante tres días, del seminario «Evaluación y mejoramiento de la calidad de la educación superior en América Latina». Pero de la experiencia se queda con un imagen: la de la estatua que, del fundador de esa casa de estudios -John Harvard-, hay en medio del campus universitario. De regreso a Trujillo, busca al secretario general de la Universidad César Vallejo y le cuenta sus planes. […]: si la Universidad de Harvard tenía una estatua de John Harvard, la Universidad César Vallejo debía tener una estatua de César Acuña.»

Capítulo 6: La tesis, el título y el doctor.

Contexto: Un pasaje bastante ejemplar de lo que César Acuña piensa de sí mismo y el tamaño de la autoestima que se tiene.

Datos del libro

Nombre: Plata como cancha. Secretos, impunidad y fortuna de César Acuña.
Autor: Christopher Acosta (Perú)
Edición: Penguin Random House (2021)

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