La agrafía de los incas dejó un vació documental enorme en la historia de la América precolombina. ¿Qué hombres y mujeres hicieron y gestaron aquello que las grandes civilizaciones del Ande construyeron? Sus líderes y su organización aún sorprenden a los actuales habitantes de estas zonas. De entre estas figuras casi míticas, Pachacútec Inca se configura casi como el genio ideal hasta la saciedad.
María Rostorowski de Diez Canseco, la estupenda historiadora peruana autodidacta, quien dedicó su vida a comprender estas manifestaciones de la raíz andina del peruano actual, no podía dejar de estudiar tan atractivo personaje. Veamos qué encontró en él.
Por: Jherson R. García
César y Augusto son las grandes figuras míticas del Imperio Romano. Ambos personajes impregnan la civilización occidental hasta nuestra actualidad. Y aunque Roma es mucho más que ellos, solo mencionarlos bastaría para evocar a la Ciudad Eterna y todo su esplendor. No es de gratis que Carlomagno se haya intentado señalarse como continuador de esa estirpe, que Napoleón evocará tanto a la figura cesariana, que hasta Mussolini pensara que era posible un nuevo imperio romano; o, que la actual Unión Europea haya firmado su primer antecedente en dicha ciudad. Todo occidente remite a Roma.
Pero para América Latina, que es también parte de occidente, no es suficiente con ello. Es imposible negar la sangre europea que corre por la mayoría de los latinoamericanos en la actualidad. Nuestra lengua y cultura son, evidentemente, occidentales, pero no con pureza. Y no es así, pues existe otra raíz que reclama su derecho a estar, como mínimo, a la par de aquel occidente traído por los europeos. Aquí, los conquistadores no encontraron salvajes asustados y escondidos en cuevas, únicamente recolectando frutas o cazando algún animal. No. En los Andes centrales de Sudamérica, los españoles hallaron ciudades, ingeniería, lengua, gestión y organización. Encontraron una cultura tan desarrollada que iguala a cualquier otra que el mundo haya conocido.
Es indiscutible la diferencia tecnológica que existía entre ambos pueblos, pero ello no limita la maravilla que encandiló a los propios cronistas castellanos y que aún resulta visible, ya no solo en los imponentes santuarios incaicos en pie, sino en la propia cultura de quien también se señala como heredero de aquel autóctono pueblo. Una civilización que también tuvo un líder a la altura de las grandes figuras del mundo, un hombre que fue capaz de sintetizar su propio universo y transformarlo hasta darle la forma hallada por los europeos y que, en su lucha por sobrevivir, marcó el sincretismo que hoy pervive entre peruanos, ecuatorianos, bolivianos y otras nacionalidades de la región. Ese hombre fue el príncipe cuzqueño Cusi Yupanqui, luego conocido como Pachacútec.
Pacha es tierra y Pachacútec, quien transforma la tierra. Este nombre quechua ya de por sí evoca el cambio. Cuando Rostorowski señala que un principie cambiaba su nombre al ser entronado Inca, nos está refiriendo un claro gesto político de enorme simbolismo. Que uno de ellos se haya autodenominado como «aquel que revoluciona la tierra» (que para los andinos significa el universo completo), nos evoca una figura de peso inusual en dicha cultura.
Paso a paso, nuestra autora desentraña la figura casi mítica del Inca que realmente organizó el Tahuantinsuyo. En un análisis detallado de cada cronista de la conquista peruana, Rostoroswki encuentra en este gobernante, el séptimo, según el orden aceptado, al más importante referente de la historia andina precolombina. Antes de su existencia, los Incas no eran más que una tribu de las tantas que ocupaban el valle del Cuzco, y su capital tan solo uno entre varios asentamientos que pugnaban por imponerse en tan belicosa región
Fue Pachacútec quien cambió ese equilibrio político. Un príncipe, que ni siquiera era el heredero a la borla incaica, y que encontró, en la guerra contra la civilización chanca, el momento idóneo para mostrar sus dotes de liderazgo y capacidad de gestión. Este conflicto, a la altura de las Guerras Médicas o Púnicas, representó para los cuzqueños la posibilidad de llevar su cultura y Estado hacia los rincones más alejados de los Andes centrales. Grandes reinos y culturas como los huancas, aymaras, chachapoyas, chimúes y los yungas de la costa se rindieron poco a poco ante la imponencia militar y organizativa del primer gran Inca del Cuzco.
Y es que la figura de Pachacútec es también la excusa para comprender el imaginario andino. Sus formas políticas de expansión y control de territorio (violentas cuando correspondían), sus interacciones sociales, sus expresiones culturales y sus mecanismos de gestión ante tan vasto y accidentado territorio. Rostorowski lo precisa claramente, la civilización que encontraron los españoles fue la que ideó este Inca, en una versión continuada por su hijo Túpac Yupanqui y su nieto Huayna Cápac. A la llegada de los europeos, el Estado inca estaba en desarrollo simiente, pero sus bases se encontraban innegablemente en las ideas de Pachacútec, tal y como las mismas crónicas lo confirman.
Sin lugar a dudas, a pesar del tiempo pasado desde su primera publicación, como ganador del Premio Nacional de Historia de 1953, siempre es grato retornar a un libro de Maria Rostorowski. Su enorme apasionamiento por desentrañar con la mayor precisión ese mundo precolombino, y sin faltar a la verdad, permiten disfrutar este texto de la mejor manera. Sin un fanatismo que de pie al uso político de la historia, Rostorowski fue una ciudadana peruana del mundo, que nos impulsa con su producción intelectual, hacia el orgullo de sentirnos tan occidentales como andinos, sin negar la grandeza de lo uno sobre lo otro.
La cita
«Cuando una nación llega al momento cumbre de su destino, que la empuja hacia las grandes hazañas y conquistas, no solamente encuentra al jefe que la lleva a la realización de sí misma, sino que surgen los hombres capaces de secundarlo. Todos los orejones debían sentir entonces su rol preponderante y a misión de que tenían que cumplir. Pachacútec supo encausar las virtudes de su pueblo, le dio conciencia de ser una acción predestinada a un gran futuro. Es posible que así lo sintieran los veteranos generales de Viracocha al someterse a las órdenes de un joven príncipe. Al imponerse a los suyos, debió ejercer Pachacútec un tremendo dominio sobre los demás; los que lo rodeaban comprendieron que tenían un jefe innato y a un caudillo. El viejo Inca tuvo el presentimiento del encumbramiento futuro que lo espera, pues le dio el nombre de Pachacútec, «el que transforma la tierra»»
Segunda parte: La formación del Imperio incaico. Capítulo primero: Primeros años del reinado de Pachacútec
Contexto: Luego de explicar el contexto en el cual se forjó el Estado inca, primero como un a confederación de pueblos del valle del Cuzco, Rostorowski apunta hacia ese momento clave para la supervivencia del incipiente Tahuantinsuyo y su posterior expansión. Encuentra en Pachacútec ese líder visionario capaz de comprender su tiempo y apostar todo hacia una jugada crítica. Los Andes centrales de Sudamérica no serían lo mismo, tras el encumbramiento de este Inca.
Datos del libro
- Título original: Pachacútec Inca Yupanqui.
- Autora: María Rostorowski de Diez Canseco (Perú)
- Edición: Instituto de Estudios Peruanos.
- Año: Original de 1953, con edición ampliada en 2001.
Se puede descargar una versión en PDF de la página Academia.edu, haciendo clic aquí. También es posible comprarlo en físico desde la tienda virtual de IEP, aquí.
Enlaces del libro
- Entrevista a la autora por la Fundación BBVA
- Entrevista a la autora por parte del investigador peruano Nelson Manrique
- Reflexiones en torno al trabajo de la autora, del canal de YouTube del Instituto de Estudios Peruanos.
- Biografía audiovisual de la autora, del programa Sucedió en el Perú
- Entrevista de la autora sobre su producción intelectual en el canal Una Belleza Nueva
- Página de Pachacútec en Wikipedia
- Página de la autora del libro en Wikipedia
