Confesiones de Tamara Fiol – Miguel Gutiérrez

Un periodista de guerra extranjero llega a una Lima aún acosada por el terrorismo. Tras un reportaje que causó sensación, nuestro cronista queda embelesado por la historia de amor/odio de una antigua militante comunista con un extraño y ególatra personaje del momento.

Aunque algo confusa, Gutiérrez intenta contar la historia de una mujer compleja en un escenario aún más complejo, atrapada en una relación que hoy llamaríamos tóxica. Un vínculo que la trastorna no solo en lo emocional, sino que llega incluso a la afectación física.

Por: Jherson R. García

A Morgan Scott, periodista de guerra estadounidense, no le pareció suficiente el reportaje que realizó sobre las mujeres de Sendero Luminoso, el grupo terrorista que asoló el Perú en los años 80 e inicios de los 90. Atrapadas en sus blindadas corazas mentales, Morgan sitió una ausencia de humanidad que no le parecía real. A través de referencias, buscó a Tamara Fiol, una conocida militante de grupos de izquierda radical que, ahora en muletas, fue mencionada como un personaje femenino diferente, como una mujer de convicciones prácticas y actitudes resolutivas, y que, aparentemente, perdió el norte de su lucha debido a una relación amorosa con el desagradablemente extraño Raúl Arancibia.

La historia de Gutiérrez es sumamente ambiciosa. Intenta mostrar a un personaje femenino complejo, de ideas fuertes y con un pasado que ella misma convirtió en legendario. Una mujer liberada de torpes ataduras morales y preocupada por disfrutar de la vida, a la vez de estar comprometida con las luchas sociales de su tiempo. Aunque atrapada en las estériles conflictos ideológicos de la izquierda de su tiempo (comunistas contra anarquistas, pro moscovitas contra pro pekineses), Fiol es un fiel y pragmática cuadro revolucionario que, sin embargo, encuentra un punto de quiebre al dar con Arancibia. Todo ello, contando desde el punto de vista de Morgan Scott, nuestro neoyorquino corresponsal en el Perú de aquel tiempo.

Es precisamente esta complejidad la que termina abrumando la historia. En nuestra opinión, un periodista extranjero como narrador principal, crea un desapego que no ayuda al lector a comprometerse con los personajes de la historia. Por mucho que el autor haya agregado un madre salvadoreña a Scott(para hacerlo afín de los temas de la región), esto solo le crea un conflicto interno por la supuesta influencia latinoamericana en su vida. Una característica y trama que se suma poco a la novela. Los pasajes de un Morgan Scott reflexionado sobre su relación con sus padres separados, y su aventuras románticas con colegas, vuelven a la historia pesada e incomprensible en dicho punto, perdiendo el norte sobre la que, entendemos, es la real protagonista de la historia.

En Tamara Fiol la complejidad se maximiza. Entre las conexiones sentimentales tan disímiles, como las que siente con su abuelo o su padre (cada uno con un capítulo propio) y una vida juvenil bastante disipada, la historia se pierde al enfatizar demasiado la libertad sexual que ella misma se ha dado. Y no es que resulte malo aquella característica, sino que el autor propone y remarca dicha característica en más de una ocasión (incluso sin necesidad), volviéndola una singularidad neurálgica del personaje. A pesar de los intentos por rescatar otras particularidades, como su vocación de lucha social, que inicialmente se ofrecían como de mucha importancia, ninguna de sus otras formas compiten con dicha expresión sexual, al punto de parecer reducirla a ello. A nuestro entender, este énfasis exagerado es únicamente por el conflicto que se sentirá Fiol con su antagonista; intentando, de esta manera, hacer más dramático el estado de discapacidad que la acompañará hacia el final de la historia. Sin embargo, como hemos referido, esta situación resulta contradictoria y pesada, porque en lugar de mostrar un mujer compleja, solo expone a un ser confundido entre todas sus vocaciones. Uno, como lector, no logra entender sus acciones ni como se vinculan con un sino o camino específico.

Lo que corresponde a Arancibia es lo opuesto. El simplismo de su personalidad trastoca todo pasaje en que protagoniza. A pesar de los esfuerzos, no logramos comprender una motivación entendible para sus acciones. Más allá de su egolatría y maquiavelismo, Raúl Arancibia pareciera solo perseguir el poder por el poder, pero solo para obtener más poder: el goce de sentir que puede controlar e influir en la vida de otras personas sin explicación alguna. Con detalles que tratan de mostrar, más que explicar, su torcida personalidad desde la infancia, este antagonista se vuelve un personaje molesto en la narración. Aunque presentado con mucho suspenso en los primeros capítulos, su aparición carece de sorpresa pues, desde su niñez, va a responder exactamente a los descripciones que sobre él hacen otros personajes; es decir, no se explica el porqué es así o qué busca siendo así. Resulta un simplemente, «es así». Lo que termina que sea un personaje incómodo, pero no por su desagradable personalidad, sino por su plano tratamiento dentro de la historia.

A pesar de lo señalado, el libro tiene algunas cosas buenas como la investigación que hace el autor sobre las complejidades de los grupos de izquierda de la época: aquellos que soñaban hacer una revolución con unas fuerzas imaginarias y exiguas, en un país que realmente no comprendían. Interesante resulta también el capítulo que se presenta, a modo de crónica, la estancia de Morgan Scott en Huamanga en plena lucha antiterrorista, permitiéndonos disfruta del capítulo mejor logrado de toda la obra, pues permite tener una aproximación bastante realista al clima que se sentía en dicha ciudad peruana, epicentro del conflicto interno en el país andino. En líneas generales, un libro que muestra algunos puntos interesantes en algunas de sus historias alternas, pero que le terminan quedando bastante grande en la principal; aunque que no le quita ser un entretenimiento aceptable en ciertos momentos.

La cita

«Tamara Fiol: Ante todo lindo, o voy a cometer la huachafería de decirte que el accidente me tornó más humana, que me permitió madurar, que me hizo más sabia y compasiva, o cualquiera de esas boberías hipócritas. No, nada de eso, Morgan. El maldito accidente me jodió la vida. (¿Ya ves? Ese fue un cambio. Antes del accidente jamás hubiera pronunciado una mala palabra; a diferencia de las muchachas de ahora, las mujeres de mi generación no hablábamos palabrotas. Fíjate, a toda hora estábamos pensando y haciendo cosas obscenas y perversas, pero no decíamos en voz alta las palabras que las nombraban. Por eso entre otras cosas, yo admiraba a Queca Luzuriaga. Con qué facilidad de su boca saltaban relumbrantes sapos y culebras. Y para mí brillaban más que la profusión de joyas conque iba ataviada. Recuerdo que una vez —y te cuento esto para que sea comprensivo cuando se me escape alguna grosería—, una vez, te decía, pronuncié tímidamente la palabra fellatio, «¿Fellatio? —intervino de inmediato Queca Luzuriaga—. ¿Fellatio, monada? ¡Di chupar! ¡Di mamar! ¡Estas son las palabras verdaderas y ricas!». Pero luego te hablaré de Queca. Fue mi maestra en muchas cosas. Claro, tuve otros maestros. Tuve un maestro. Por el momento no es necesario que pronuncie su nombre). Sí, Morgan, por allí debo comenzar, si quiero ser sincera. El accidente me jodió para siempre mi vida…»

V

Contexto: Morgan Scott comienza a realizar la entrevista que siempre estuvo buscando a Tamara Fiol. En su búsqueda por comprender la humanidad de Fiol, esta comienza a referirse al problema psicológico que le ha causado el accidente que la dejó discapacitada. Como se ve, inmediatamente, la conversación evoca la condición de la vida sexual de Fiol, como una característica intrínseca que la acompañará en toda la historia.

Datos del libro

  • Nombre del libro: Confesiones de Tamara Fiol
  • Autor: Miguel Gutiérrez (Perú)
  • Edición: 2009

El libro puede ser leído gratis en la plataforma Digital Books, haciendo clic aquí.

Enlaces del libro

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