Terrorismo

Generación Cochebomba – Martín Roldán Ruiz

En una Lima siempre violenta, los finales de los 80 e inicios de los 90 representan una de las épocas más penosas y torcidas. Una ciudad que recibía el desarrollo impetuoso de las nuevas zonas populares, y que, a su vez, se encontraba amenazada por una violenta guerra desatada contra ella. Una ciudad de animadversiones contra sus propios habitantes. Y, entre ellos, de forma muy especial, contra los jóvenes que buscaban un camino hacia algo que pudieran llamar vida.

Roldán Ruiz ha detallado una historia que refleja el sentir de una generación hastiada de una situación cruel contra sí misma. Una realidad amenazante, asfixiante y atosigaste para cualquier joven con algún tipo de proyección. Una generación atrapada entre vendedores callejeros, conciertos liberadores de rock subterráneo y la constante explosión de cochebombas que creían anticipar el fin de un sistema de gobierno.

Por: Jherson R. García

Si hoy en el Perú pareciera ser un intento de país; entre las décadas de 1980 y 1990, que el país pudiera considerarse como tal era casi un milagro. De esta situación, la joya de su propia corona de latón y chatarra estaba en Lima, su capital. Entre el desorden de una ciudad incapaz de organizar su propio desarrollo, y con la amenaza constante de ser tomada por las huestes terroristas de Sendero Luminoso, Lima era partera y verdugo de los sueños, proyectos y deseos de cientos de jóvenes que iban y venían por las calles de una urbe siempre dispuesta a aplastar cualquier intento de hacer las cosas bien.

En el corazón de esta Lima, Adrián R. y sus amigos, amantes del rock subterráneo, encuentran en los conciertos nocturnos y el uso indiscriminado de drogas un escape fugaz pero constante de esta realidad tirana. Las amanecidas en cualquier corralón, escuchando las estridencias de un ritmo que les permite desfogar sus frustraciones, o en algún cuartucho de la Ciudad de los Reyes, con algunas líneas de coca cerca de la nariz, los llamados a ser el futuro inmediato del país observan cómo no existe oportunidad alguna para ellos. Ni para estudiar, ni para trabajar, ni para servir… Su visión de la vida cae en el desasosiego total. Ya no hace falta que alguien les diga que no sirven para nada: ellos mismos parecen aceptar que no existe nada que valga la pena intentar, ni capacidad en ellos para lograrlo.

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La nación radical – José Luis Rénique

¿Es el Perú una nación de ideas radicales? ¿Es la sociedad peruana proclive a una cíclica manifestación de desbordes populares violentos? ¿Qué subyace en ese conjunto de estallidos sociales que, cada cierto tiempo, aparecen en el Perú como una cadena de episodios impactantes y hasta sangrientos que parecen no tener fin?

José Luis Rénique ha realizado una compilación de ensayos, artículos y resúmenes (muchos de ellos inéditos) que se configuran como la historia de aquella idea de «nación radical». Un conjunto de explicaciones que, conectadas por este concepto, denotan el derrotero del radicalismo en el Perú y nos permiten comprender, en parte, los dramas y tragedias que aún hoy acompañan a este país andino.

Por Jherson R. García

Desde su configuración como nación independiente, cada cierto tiempo en el Perú se producen violentos estallidos sociales. Cientos de pérdidas humanas que, en conjunto con las económicas, son la principal consecuencia de un círculo vicioso que parece no tener fin. No importa cuantas veces el contexto internacional ofrezca ejemplos de superación de problemas nacionales intrínsecos, en el Perú (como en la mayoría de países de la región) los conflictos entre las distintas clases sociales y económicas parecieran no superarse jamás. Aunque con tamaños y alcances variados, estos conflictos reflejan la enorme fractura nacional que acompaña a los peruanos, quienes parecen incapaces de reconocerse como iguales entre sí.

Es en este sentido que Rénique nos invita a repasar las más importantes expresiones de radicalidad que, con base en este grito por la inclusión, acompañan a este país desde su nacimiento. Desde la experiencia de Juan Bustamante durante el movimiento indígena de Huancané a fines del siglo XIX, hasta las expresiones de violencia criminal llevadas perpetradas por el grupo terrorista de Sendero Luminoso. Agrupado en seis secciones, el texto nos ofrece una visión de estas ideas radicales que buscaban «incendiar la pradera».

Cada idea con distinto objetivo político, pero todas fundamentadas en el mismo combustible: la ansias de visibilidad e integración real de la gran población indígena y mestiza que es parte del país, y que se siente excluida en su desarrollo y mejora de la calidad de su vida.

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Confesiones de Tamara Fiol – Miguel Gutiérrez

Un periodista de guerra extranjero llega a una Lima aún acosada por el terrorismo. Tras un reportaje que causó sensación, nuestro cronista queda embelesado por la historia de amor/odio de una antigua militante comunista con un extraño y ególatra personaje del momento.

Aunque algo confusa, Gutiérrez intenta contar la historia de una mujer compleja en un escenario aún más complejo, atrapada en una relación que hoy llamaríamos tóxica. Un vínculo que la trastorna no solo en lo emocional, sino que llega incluso a la afectación física.

Por: Jherson R. García

A Morgan Scott, periodista de guerra estadounidense, no le pareció suficiente el reportaje que realizó sobre las mujeres de Sendero Luminoso, el grupo terrorista que asoló el Perú en los años 80 e inicios de los 90. Atrapadas en sus blindadas corazas mentales, Morgan sitió una ausencia de humanidad que no le parecía real. A través de referencias, buscó a Tamara Fiol, una conocida militante de grupos de izquierda radical que, ahora en muletas, fue mencionada como un personaje femenino diferente, como una mujer de convicciones prácticas y actitudes resolutivas, y que, aparentemente, perdió el norte de su lucha debido a una relación amorosa con el desagradablemente extraño Raúl Arancibia.

La historia de Gutiérrez es sumamente ambiciosa. Intenta mostrar a un personaje femenino complejo, de ideas fuertes y con un pasado que ella misma convirtió en legendario. Una mujer liberada de torpes ataduras morales y preocupada por disfrutar de la vida, a la vez de estar comprometida con las luchas sociales de su tiempo. Aunque atrapada en las estériles conflictos ideológicos de la izquierda de su tiempo (comunistas contra anarquistas, pro moscovitas contra pro pekineses), Fiol es un fiel y pragmática cuadro revolucionario que, sin embargo, encuentra un punto de quiebre al dar con Arancibia. Todo ello, contando desde el punto de vista de Morgan Scott, nuestro neoyorquino corresponsal en el Perú de aquel tiempo.

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La pena máxima – Santiago Roncagliolo

Durante la fiesta más importante del fútbol, una maquinaria de aniquilamiento internacional recorre Lima y Buenos Aires. La Copa Mundial de Fútbol de 1978 es recordada como una de las formas más ruines de la utilización política del deporte. La dictadura argentina usó la popularidad del fútbol para intentar lavarse la cara ante el mundo, una cara manchada de asesinatos, violaciones y atentados contra la humanidad que fueron ampliamente conocidos tiempo después.

Santiago Roncagliolo vuelve sobre el personaje de Félix Chacaltana Saldívar, ahora asistente de archivos en el Palacio de Justicia peruano, quien, en su mente infinita de procedimientos y normas, intenta explicar el mundo a partir de las leyes vigentes; comprendiendo en el camino que, la realidad de los hechos trasciende y quiebra cualquier intento de estructurarla en una simple seguidilla de pasos.

Por Jherson R. García

En 1978, la undécima edición del campeonato mundial de fútbol fue realizado en Argentina. Tras el torneo de 1962, el más atractivo evento deportivo del orbe volvía a Sudamérica; específicamente, al Río de la Plata, lugar en donde el balompié goza de un fanatismo indescriptible. Las ciudades de Buenos Aires, Córdoba, Mar del Plata, Mendoza y Rosario fueron testigos de la primera consagración de la Selección Argentina de Fútbol en un torneo cuya su organización resultó terriblemente corrupta, abusiva y dictatorial. Un aparato militar opresivo que, liderado por el general Videla, terminó dirigiendo e inaugurando aquella mancha que quedará por siempre en los anales del deporte rey.

Pero no solo Argentina sufría un dictadura en dichos años. En el Perú, Francisco Morales Bermúdez se aseguraba de que las elecciones para elegir una asamblea constituyente no le representara problemas ni a él ni a sus allegados. Habían pasado casi tres años de haber dado un giro completo al llamado Gobierno Revolucionario de su antecesor, el también dictador Velasco Alvarado, y ahora coordinaba con otros militares de la región el llamado Plan Cóndor, la estrategia multinacional que, justificada como una lucha contra el comunismo internacional, buscaba erradicar todo aquel que se consideraba enemigo político y personal.

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