Literatura

El beso de la mujer araña – Manuel Puig

Una novela poco usual pero que enternece. Molina y Valentín son dos presos encerrados en una misma celda, pero que, aupados por resúmenes de películas, crean una relación de amistad, compañerismo y amor que los sincretiza en un sentimiento que los libera de forma espiritual.

Manuel Puig concibió un relato basado casi totalmente en el diálogo. Toda interpretación no se puede realizar sino a partir de las conversaciones entre los protagonistas, las cuales se funden constantemente hasta lograr una sincronía conmovedora. La charla constante se concibe como el elemento central y distintivo de esta obra original desde muchos sentidos.

Por: Jherson R. García

Luis Alberto Molina y Valentín Arregui Paz son dos presos que comparten la celda 7 del pabellón D de la Penitenciaria de Buenos Aires, y que no pueden ser más distintos entre sí. Molina es homosexual, acusado por corrupción de menores, amante de las películas y siempre habla de sí mismo en forma femenina. Valentín es un preso político, convencido de la frugalidad de la vida, encarcelado por ejecutar acciones subversivas y torturado constantemente a fin de delatar a sus compañeros de lucha.

La originalidad de Puig se encuentra en la (con)fusión de las percepciones a la cual los lectores nos sometemos cuando tratamos de dilucidar entre los diálogos de ambos personajes. La ausencia de un narrador o una marca que nos señale en qué momento inicia uno y en qué momento concluye otro, ocasionan que el lector comience, poco a poco, a confundir al sentimental Molina con el idealista Valentín. Poco a poco, la pluma del autor hace que diferenciarlos sea complicadísimo, ya que, sin saberlo, la personalidad de uno comienza a influir en el otro hasta que la amalgama de sus personalidades trasciende el mero diálogo.

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Cuarteto de Lima – Fernando Ampuero

Lima es un monstruo de más de 10 millones de cabezas que te consume y atrapa con su violencia normalizada. Un gigante de casi 3 mil kilómetros cuadrados que, junto al Callao, su puerto, diariamente produce cientos de sórdidas historias, dignas de cualquier colección de novela negra.

Aquello es lo logrado por Fernando Ampuero. Cuarteto de Lima es un compendio de cuatro novelas cortas que reflejan lo que los limeños experimentamos día a día, pero que, producto de nuestra costumbre, pareciera ya no sorprendernos. Cuatro narraciones brillantes que nos acercan a esa Lima del día a día, y a la cual una buena pluma nos permite fácilmente entrar en consciencia.

Por: Jherson R. García

Los índices de violencia y crimen en la capital peruana nunca han sido bajos. Lejos, realmente lejos, han quedado los tiempos de la Lima señorial, perla del Pacífico sur. De la otrora capital de los virreyes solo queda el recuerdo de monumentos históricos que esforzadamente, algunos más que otros, intentan sobrevivir en el tiempo. La Lima de hoy es el víctima de un centralismo gobernante que, a su vez, la hace victimaria de su propia población. A orillas del Rímac y con los Andes empujándola hacia el mar, Lima es el escenario ideal para cualquier relato cruento que uno pueda imaginar.

Ampuero comienza esta colección de historias con Caramelo verde, una clara analogía al embelesamiento que los peruanos sentimos por el dólar estadounidense. Es la historia de un cambista de dinero en los alrededores de la Plaza San Martín, uno de los lugares más turísticos de Lima, a finales de los años 80. Sin saber de dónde viene tanto dinero fresco, nuestro cambista no entra en consciencia del peligroso negocio en el cual se ha metido. Solo gracias a un enamoramiento equivocado, es que el protagonista cae en el real entendimiento de las pasiones que despiertan estos fajos de dinero importado. La ambición, extorsión y avaricia de las mafias limeñas impactan en la vida misma de un antihéroe que desesperadamente busca escapar de un confuso destino.

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Un mundo para Julius – Alfredo Bryce Echenique

Un relato que resulta casi una ensoñación. Un niño peruano de mediados del siglo XX descubre el mundo que lo rodea. El clasismo, racismo, frivolidad e incomprensión de una sociedad que parece incapaz de crear vínculos reales y auténticos entre sí.

Julius es un prospecto de hombre en busca una explicación sobre aquello que vive. Cargando una mochila de preguntas con respuestas mayormente esquivas, intenta comprender el mundo a la vez de sobrevivir y encajar en aquella burbuja de comodidades y automatismos, mientras comienza a descubrir aquellas grietas que le descubren de a pocos la realidad.

Por: Jherson Rubén García Danós

Durante la primera mitad del siglo XX en el Perú (así como otros países de la región) se marcaba quizá un momento de gran diferencia de clases. Las grandes familias de las ciudades más importantes (Lima, en el caso del Perú) vivían en una burbuja impenetrable que los hacía mirar únicamente hacia Europa y los Estados Unidos, antes que a su propia realidad circundante. Los otros, los que no tenían, los que trabajaban para ellos, los que vivían en los arrabales o invasiones, eran eso: los otros; y como otros, solo eran parte necesaria del paisaje diario de sus vidas: la cocinera con los platillos a la hora del almuerzo, el chofer siempre listo a prender el auto o la lavandera únicamente con las camisas blancas a la hora de salir. ¿Si eran más que eso o no? Era una duda que nadie tendría por qué aclarar.

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Fahrenheit 451 – Ray Bradbury

¿Quién propone quemar un libro? ¿Quién se aventura en solicitar que un texto sea consumido hasta desaparecer? ¿Quién es capaz de solicitar tan efervescentemente la destrucción del conocimiento?

En toda época de la humanidad, en todo momento, en todo lugar, siempre alguien ha pedido que se quemen, que se expectoren, que se reduzcan a cenizas todo aquello que no soporta sus propias opiniones.

Quemar libros es uno de los síntomas más elocuentes de una sociedad intolerante, de una comunidad o un país camino a la pérdida de su libertad. Veamos que planteada Bradbury en su más famosa distopía.

Por Jherson Rubén García Danós

A los 451 grados Fahrenheit el papel hace combustión y desaparece en suaves láminas negras, tan endebles como pequeñas. El papel, blanco y adornado de tipografías vivaces se pierden ante las fauces de un rojo fuego infernal. Aquella bondad que Prometeo robó a los dioses para darle esperanza a los hombres, se convierte en el arma preferida para secuestrarles su libertad. En los Estados Unidos distópico de Ray Bradbury, no solo se queman libros, sino que existen profesionales para hacerlo.

Guy Montag es un bombero (sí, un bombero) responsable de la quema de libros en una sociedad futurista concentrada en eliminar todos aquellos estímulos que permitan que sus miembros actúen o piensen diferente. Estos bomberos no solo se concentran en el acto de quemar libros, sino que investigan, buscan, desmantelan y arrasan con toda aquella construcción que se atreva siquiera a conservarlos. Las obras más famosas son perseguidas como si de plagas se trataran y nuestros otrora héroes son ahora los fumigadores de ese mal que llaman conocimiento.

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