Una novela poco usual pero que enternece. Molina y Valentín son dos presos encerrados en una misma celda, pero que, aupados por resúmenes de películas, crean una relación de amistad, compañerismo y amor que los sincretiza en un sentimiento que los libera de forma espiritual.
Manuel Puig concibió un relato basado casi totalmente en el diálogo. Toda interpretación no se puede realizar sino a partir de las conversaciones entre los protagonistas, las cuales se funden constantemente hasta lograr una sincronía conmovedora. La charla constante se concibe como el elemento central y distintivo de esta obra original desde muchos sentidos.

Por: Jherson R. García
Luis Alberto Molina y Valentín Arregui Paz son dos presos que comparten la celda 7 del pabellón D de la Penitenciaria de Buenos Aires, y que no pueden ser más distintos entre sí. Molina es homosexual, acusado por corrupción de menores, amante de las películas y siempre habla de sí mismo en forma femenina. Valentín es un preso político, convencido de la frugalidad de la vida, encarcelado por ejecutar acciones subversivas y torturado constantemente a fin de delatar a sus compañeros de lucha.
La originalidad de Puig se encuentra en la (con)fusión de las percepciones a la cual los lectores nos sometemos cuando tratamos de dilucidar entre los diálogos de ambos personajes. La ausencia de un narrador o una marca que nos señale en qué momento inicia uno y en qué momento concluye otro, ocasionan que el lector comience, poco a poco, a confundir al sentimental Molina con el idealista Valentín. Poco a poco, la pluma del autor hace que diferenciarlos sea complicadísimo, ya que, sin saberlo, la personalidad de uno comienza a influir en el otro hasta que la amalgama de sus personalidades trasciende el mero diálogo.
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