Los asesinos de la luna – David Grann

En un condado de Oklahoma, los indios Osage tuvieron su reubicación final. Tras siglos de haber ocupado las grandes áreas centrales de lo que hoy es Estados Unidos, se vieron obligados a ceder ante el poder colonizador del blanco europeo y sus descendientes. Aceptaron ventas forzadas, reducción y reubicación para, finalmente, asentarse en un pedregoso lugar cerca de la frontera con Kansas. Sin embargo, un último beneficio se convirtió en su maldición, bajo ese lugar de muchas piedras y poca agua, un mar de petróleo se escondía, para avaricia y deseo de muchos.

David Grann hace un genial trabajo de hormiga recolectando datos e informaciones sobre crímenes que sucedieron a principios de 1920, cuando Osage era la localidad más rica del mundo por habitante. Los indios, formalmente multimillonarios, comenzaron a ser asesinados sin piedad, provocando el ingreso de una reciente organización, hoy mundialmente conocida, el Buró Federal de Investigaciones: el FBI.

Por Jherson R. García

Tras numerosos desplazamientos y reubicaciones a lo largo de su historia, los Osage finalmente se ubicaron en el norte de Oklahoma. Aceptando su destino, pero con habilidad, los Osage lograron mantener el derecho sobre el suelo y subsuelo que ocupaban, de forma tal que la tierra nunca llegara a manos de quienes no eran de su tribu o familia. Esa propiedad o headrights no se podía vender, solamente heredar. Ese hecho, que fue un gran logro, también se convirtió pronto en una maldición cuando el petróleo brotó junto a la envidia, el racismo y la avaricia sin límites.

Grann es un periodista estadounidense que recorre bibliotecas, lugares y personas para conocer como ese derecho de herencia provocó el «Reinado del terror» para la nación Osage. Habiéndose vuelto multimillonarios por obra y gracia del mismo Gobierno de los Estados Unidos, los Osage no solo no podían usar su dinero (pues, por ley, requerían un tutor blanco que les autorizara sus gastos); sino que, de pronto, comenzaron a ser asesinados de forma sistemática, provocando que los derechos sobre la tierra se comenzaran a acumular sobre hermanos, hijos o padres que, eventualmente se convertían en las siguientes víctimas de una fría y sistemática maquinaria de muerte.

La historia comienza con el drama familiar de Mollie Buckhart, una mujer osage por sus cuatro costados, casada con Ernest Buckhart, un hombre blanco. A Mollie se le comienzan a morir las hermanas, la madre y hasta los amigos. Ella misma poco a poco se convence de que está siendo envenenada. Siendo heredera directa de los derechos de sus familiares, Mollie es más que multimillonaria, pero nadie hace caso a sus denuncias. El racismo imperante no solo evita que utilice su dinero, sino también su acceso a la justicia, pues no importa lo que ella como india y mujer diga, mientras un hombre blanco señale lo contrario, la razón siempre la tendrá el último. Aun cuando Mollie tenga todo el dinero del mundo, eso no parece otorgarle el derecho de ser tratada como ciudadana de pleno derecho.

El otro eje de la historia la tiene Tom White, un ex ranger texano que se une al recientemente creado FBI, lo más cercano que ha tenido los Estados Unidos a una policía federal; y que, en esas épocas, estaba buscando su validación ante los recelosos políticos de su tiempo. White es destacado a la investigación de los crímenes osage por un ambicioso Edgar Hoover, el legendario jefe del FBI, quien ve en el develamiento de los crímenes no solo el éxito de su institución; sino también, una oportunidad para demostrar su valía y perseguir objetivos políticos personales dentro de la burocracia del Gobierno estadounidense.

Con el cruce de las historias de Mollie y Tom, uno va resultando consternado de cómo la avaricia descontrolada puede llevar por la maldad a los seres humanos, aun cuando estos son familiares y amigos tan cercanos. El lector queda asombrado de cómo las ideas raciales de superioridad o inferioridad resultan tan arraigadas en el pensamiento de algunos, que son capaces de justificar cualquier acción por más criminal que esta sea. Para los asesinos, las muertes no eran sino un simple medio para que puedan acceder a los que sentían que formalmente les pertenecía. No por ley o lógica, sino por imposición racial, ya que era imposible para ellos comprender que los Osage pudieran ser tan ricos y ellos, asumiéndose «civilizados hombres blancos», no. Era una especia de ley natural que estaban dispuestos a llevar a cabo, sin miramiento ni justificación.

Finalmente, Grann remata el texto con una tercera y final sección destinada a comprender los efectos que dichos asesinatos tienen en las personas actuales. Nietos y bisnietos que aún buscan descubrir quién y por qué se cometieron dichos crímenes. Como sus padres, madres o abuelos resultaron asesinados sin piedad y cómo el Gobierno de su tiempo simplemente esperó a que los hechos tomaran el cariz de escándalo nacional e internacional para recién actuar, y dejando con ello muchos de estos casos sin resolver. Con un condado que no tiene ya una sola gota de petróleo, Grann nos muestra como las historias sin resolver, cuáles pozos abandonados, dejan heridas que no cierran a pesar de los años y las ansias de justicia, de conocer la verdad, se mantiene impoluta por el sinfín de los tiempos.

La cita

«White descubrió que el negocio indio, como se dio en llamar, era una operación criminal perfectamente orquestada con la complicidad de diversos sectores de la sociedad. Los tutores y administradores corruptos de patrimonios osage solían contarse entre los más destacados ciudadanos blancos: empresarios, rancheros, abogados, políticos. Otro tanto ocurría con los agentes de la ley, fiscales y jueces que facilitaban y tapaban las estafas (a veces, ellos mismos eran también tutores o administradores). En 1924, la Indian Rights Association, que defendía los intereses de comunidades indígenas, llegó a cabo una investigación sobre lo que calificó de «orgía de chanchullos y explotación». La organización documentó cómo estaban «robando vergonzosa y descaradamente y de un modo científico y cruel» a los indios ricos de Oklahoma, y cómo las tutorías venían a ser «la guinda que se repartía entre los amigos leales de los jueces como recompensa por su apoyo en las urnas»»

Crónica 2: Un hombre racional. 14 – Palabras de un moribundo.

Contexto: Las investigaciones de Tom White comienzan a dar resultado. El agente del naciente FBI comienza a ser capaz de entender el contexto que engloba a los crímenes que suceden en Osage. Es evidente que existe un acoso sistemático a los indios debido a su posición económica. Los blancos que llegan al condado, poco a poco, se sienten atraídos a acceder a la riqueza de los nativos, así sea por la fuerza. No importa la posición en la que se ubican, las leyes, normas, rangos de autoridad, todo comienza a tomar una posición en su sistema que, para poder sostenerse, apunta, sin miramientos, a la muerte de los legítimos propietarios.

Datos del libro

  • Título original: Killers of the Flower Moon. The Osage Murders and the Birth of the FBI.
  • Título en español: Los asesinos de la luna. Petróleo, dinero, homicidio y la creación del FBI.
  • Autor: David Grann (Estados Unidos)
  • Edición original: Doubleday, 2017.
  • Edición en español: Penguin Random House, 2019
  • Traducción: Luis Murillo Fort

Enlaces

Jherson Rubén García Danos

Deja un comentario